La Enfermedad, la Transición y el Salto.
Suenan tambores lejanos, se siente un cálido ronroneo, ruge un eco de merecimiento... La primera entrega de Mujer Pantera ya está aquí.
No Sé Qué Cenar nace de la inocencia de una joven estudiante de nutrición que tenía la ilusión de transmitir su visión de la nutrición. Ya por entonces estudiando la carrera, no encajaba con la información, creencias y metodologías utilizadas en la Facultad. Tenía una idea propia, una opinión, pero parecía no caber en la rígida estructura de un sistema ya determinado. Julia tenía una voz propia y quería usarla, porque lo que veía no encajaba con lo que ya estaba definido. No era nada sorprendente, rara vez antes, a lo largo de su corta pero intensa vida, su forma de ver y entender la realidad habían encajado con el contexto definido.
Julia venía además de estudiar con anterioridad otra carrera, Ingeniería del Medio Natural, unos estudios que aunque le apasionaban en la teoría, le defraudaron profundamente en la forma. ¿Cómo puede simplificarse tanto algo tan sumamente elevado y poético como es la coreografía de la vida en el planeta? Férrea apasionada del estudio de la Tierra como un enorme y único ser vivo (Hipótesis de Gaia), donde todos los ecosistemas interactúan para confluir en una sincronía perfecta, como lo hacen las células, tejidos y órganos del cuerpo humano, en un baile de vida inexplicable e inefable.
La tectónica de placas, los ciclos hídricos, la dinámica de las corrientes marinas, la frágil interconexión entre las especies y sus ecosistemas, la competencia y la simbiosis, la complejidad y la excelencia en la función única e insustituible de cada forma de vida…
Carrera que abandonó en segundo curso, determinó un cambio en la definición de sus inquietudes, en la construcción de su identidad y en la dirección de su foco.
LA ENFERMEDAD
Paralelamente, Julia sufría. Fue una niña con una gran habilidad para dar lo que se esperaba de ella, para mimetizarse con el medio y disfrazar sus inquietudes y percepciones. Julia no era. Aparentaba ser.
Una niña y una adolescente perfectamente adaptada a un sistema enfermizo drogado de apariencia, y profundamente incomprendida. Se descuartizó innumerables veces para encajar en el molde de lo que debía ser.
Con una curiosidad, creatividad y energía desbordantes, Julia aprendió a reducir sus dones al tamaño de lo que los demás querían ver o podían tolerar. Ella no veía su valor, perseguía la apariencia de lo que le enseñaron a percibir como valioso. A nivel patológico fue saltando entre todas aquellas dinámicas y patrones disfuncionales de supervivencia que le ayudaron a soportar la inexistente conexión con su esencia.
Desde los quince años y en adelante, diagnosticada de depresión, trastorno de ansiedad generalizada, crisis existencial, anorexia y bulimia nerviosas…
Julia no vivía, sobrevivía.
Normal, nadie puede vivir en una vida que no reconoce como suya y que sostiene desde el miedo de un ego alimentado de lo que carece de alma.
No cabrían aquí todas las formas escabrosas y dolorosas en las que una niña deja de ser niña para ser una adulta prematura cargada de miedos e inseguridades. Sin entrar en detalles explícitos o morbosos y sin implicar a terceros, como tantas otras mujeres y personas, Julia aprendió a base de relaciones e interacciones que no era suficiente.
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